Por María Ángeles Teruggi
El coaching
colabora con el cliente en la
transformación de una situación presente en otra que éste visualiza como más
satisfactoria. Para hacer ese tránsito,
el proceso se inicia con la definición y consolidación de los objetivos del
cliente. Alcanzarlos determina el éxito del proceso de cambio emprendido. Claramente sin objetivos no hay proceso de coaching
ni solución exitosa. Sin objetivos no hay una dirección, un lugar al que llegar que sustente la validez de
las acciones, justificando los esfuerzos y la aplicación de recursos.
El
objetivo, definido como “el fin al que se dirigen las acciones, ambiciones y
deseos”, es la respuesta a la pregunta ¿y tú qué quieres lograr? Generalmente
el cliente tiene claro de qué situación quiere alejarse o qué quiere cambiar, y
no tan claro hacia dónde quiere ir o en qué pretende transformarla. Luego, no todas
las respuestas califican como objetivos válidos ya que éstos para ser el motor
que nos ponga en marcha deben ajustarse a ciertos parámetros.
10 PARÁMETROS QUE CONVIERTEN LOS DESEOS EN OBJETIVOS PODEROSOS
POSITIVO: Se trata de poner el foco en el lugar al que queremos ir y no en aquel del que
queremos alejarnos, si bien ambos extremos están presentes cuando hablamos de
cambio. Un objetivo enunciado de manera negativa como “no quiero discutir más
con mi socio y seguir perdiendo oportunidades de negocios para la empresa” hará
que nos concentremos en la discusión y en la pérdida de oportunidades. Según
nos enseña la neurobiología, nuestro
cerebro consciente selecciona la información que nos provee del entorno en
función a lo que para nosotros es relevante, en este caso la discusión y la
pérdida de oportunidades. Cambiando los conceptos relevantes en algo similar a:
“quiero tener una relación cordial y colaborativa con mi socio que genere
buenos negocios para la empresa” filtrará
la información conservando ahora la que contribuye a mejorar la relación y
hacer crecer la empresa.
ESPECÍFICO: Imaginen que cuando nos pregunta un taxista a dónde queremos ir, le respondemos
“aquí cerca” sin mayores datos. ¿Cuál creen que será su reacción? ¿Girará a la derecha o a la izquierda en la primera
esquina? ¿Tomará la autopista o continuará por las calles interiores? Eso si es
que pone el automóvil en marcha, lo más probable es que hasta que no le demos
un lugar concreto con pelos y señales de a dónde dirigirse, no va a hacer otra
cosa que perder la paciencia y pedirnos que nos bajemos del taxi. Los objetivos
bien construidos tienen toda la información necesaria para llegar al lugar que
deseamos sin ambigüedades que desorienten a nuestro taxista interior que es
nuestro cerebro.
CUANTIFICABLE: No alcanza con decir “quiero que mi empresa crezca”, debo decir cuánto quiero
que crezca. De otra manera, nunca sabré si he alcanzado mi objetivo o si debo
hacer ajustes por el camino. Nos
referimos también a situaciones de cambio que no son cuantificables como por
ejemplo, “adquirir confianza y destreza en las presentaciones ante los socios
de la firma para la que trabajo” que si bien no tiene un número asociado, puede
medirse elaborando una lista de comportamientos, sensaciones, estados de ánimo
comprobables que indiquen que estamos acercándonos a la meta o que hay que
hacer correcciones de rumbo en el camino.
FINITO: Las
fechas límite son una gran ayuda en la fijación de objetivos, porque le dan el
sentido de urgencia que necesitamos para movernos. Somos seres finitos, por lo
tanto todo lo que hacemos también lo es. En los niveles más profundos nuestro
pensamiento se estructura de esa manera conformando nuestro carácter. El
objetivo bien formado necesita el cuándo porque eso nos permite proyectar,
presupuestar recursos (tiempo, dinero, gente, tecnología, energía personal, etc.),
tener un plan y reforzar la motivación.
ALCANZABLE:
¿Qué ocurre cuando nos proponemos hacer algo, lo que sea, que desde el vamos
sabemos que es imposible alcanzar? Supongamos que el entrenamiento físico no
forma parte de tu vida, no haces ejercicios desde la escuela media y el
sedimentarismo y la alimentación “chatarra” son tu hábito. En un fin de semana
con amigos decides que en quince días ascenderás el Everest y alcanzarás la
cima. ¿Qué crees que ocurrirá? Lo más probable es que ni siquiera comiences a
entrenarte, ¿para qué harías el esfuerzo si el objetivo es, a todas luces,
inalcanzable?. Para que un objetivo te
motive a trabajar por él, debe ser asequible a partir de una estrategia
apropiada y un plan de acción.
CONTROLABLE: El objetivo debe estar bajo tu control, es decir, depender de lo que tú hagas
para alcanzarlo y no de las acciones de los terceros, la fortuna o la
casualidad. Si está bajo tu control, tú
serás quien determine las estrategias a seguir, el plan de acción, las medidas
correctivas necesarias para ajustar la
marcha. También serás tú quien incorpore y saque provecho en el futuro de los
aprendizajes generados y las herramientas incorporadas.
DESAFIANTE: Objetivos extremadamente fáciles de alcanzar, que no requieren casi ningún
compromiso o que, de alcanzarlos, no cambiarían sustancialmente nada en tu
empresa, tu carrera o tu vida no impulsan a la acción, no son motivadores ya
que, en ese caso, estaríamos hablando de tareas y no de objetivos. Lo que nos
desafía dentro de los límites de lo posible nos motiva y nos empuja a la acción
estratégica.
ECOLÓGICO:
La ecología hace referencia a la armonía
en los sistemas. Nuestra empresa, nuestra carrera o nuestra vida misma son
sistemas, como tales están formados de componentes que interactúan entre si, impactando
en el contexto y otras personas. La
armonía es fundamental para que los sistemas funcionen eficientemente. Debemos
asegurarnos de que los objetivos respeten la armonía de nuestro sistema
(familiar, empresarial, social), atendiendo al impacto que producen en el
contexto y las personas que nos rodean.
INTEGRADOR: Generalmente todas las situaciones, aún aquellas que queremos cambiar, aportan
algún beneficio o aspecto que no quisiéramos perder. Pasar del presente
insatisfactorio a una situación más satisfactoria, implica correr el riesgo de perder
algunos de esos beneficios o comodidades. Incorporar este concepto al análisis
y definición de objetivos de cambio nos permite descubrir si es posible
integrar uno o más de los beneficios de la situación original a la nueva o, de
lo contrario, tener conciencia y aceptar
la pérdida en pos de lo que ganaremos en la nueva situación.
MOTIVADOR: La motivación es el impulsor más poderoso de los humanos. Es la fuerza que hace
posible alcanzar lo que nos propongamos, por difícil que parezca. A las nueve
condiciones anteriores le sumamos que el objetivo nos tiene que cautivar,
enamorar, empujar más allá para conseguirlo, en eso consiste ser motivador. Si no lo es, ante la
primera dificultad la tentación de claudicar será muy grande.